Los cambios extremos en el clima y los ecosistemas tienen graves consecuencias para los seres vivos. Conciencia y autocuidado, claves para evitar un desenlace fatal.
Por José Fernando Serna Osorio
La contaminación atmosférica y los cambios abruptos de temperaturas son tan reales y dañinos, que pueden derivar en enfermedades respiratorias, cardiovasculares, cáncer, incluso, en afectaciones de salud mental. Así lo ha demostrado la consulta de millones de pacientes en el mundo, que están expuestos a diferentes fenómenos naturales.
El cambio climático, con sus manifestaciones evidentes en el aumento de la contaminación y los cambios de temperatura extremos, ha hecho irrupción en las discusiones de la agenda global. Así mismo, cada vez son más los ciudadanos que se interesan por entender y aplicar la prevención frente a los fenómenos amenazantes, que se establecen en el medio ambiente, como una matriz de conocimiento para la prevención y reducción del riesgo de desastres.
No obstante, la incertidumbre sobre el futuro y las consecuencias, producto del aumento de los gases del efecto invernadero en la atmósfera, han traído angustia y preocupación en la población mundial. El clima está provocando cambios notables en los ecosistemas, poniendo en jaque las cadenas de producción para la supervivencia y modificando los paradigmas de comunidades enteras en todo el planeta.
Contingencias que agravan la salud
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, OPS, las altas temperaturas causan la muerte de más de 56.000 personas cada año en las Américas, debido a enfermedades como golpes de calor, deshidratación y exacerbación de enfermedades crónicas. Así mismo, a corte de mayo de 2024, el Cono Sur reportó más de 6,1 millones de casos sospechosos de dengue (la mayoría en Brasil). Este es un aumento del 333 % en comparación con el mismo período de 2023, por las condiciones climáticas más cálidas y húmedas que ayudan en la proliferación del mosquito transmisor.
La mala condición del aire, por las altas concentraciones de material particulado PM2.5 en el ambiente, representan otra amenaza latente para la salud. Estas partículas diminutas, que provienen de los vehículos, la industria y quema de madera, sumado al polvo sahariano, que viajan miles de kilómetros por las corrientes de aire, penetran los pulmones y pueden causar enfermedades respiratorias, cáncer o complicaciones cardiovasculares. Anualmente, siete millones de personas, aproximadamente, mueren por enfermedades relacionadas con la contaminación.
Y es que la contaminación atmosférica actúa como catalizador que agrava enfermedades preexistentes en los pacientes. Es un caldo de cultivo en el que aumentan las probabilidades de complicaciones extremas. De acuerdo con Johann Vanegas Pombo, médico especialista en Gerencia Ambiental y docente de Medicina de la Fundación Universitaria San Martín de Sabaneta, hay una clara relación entre la exposición a contaminantes y las complicaciones en enfermedades como el asma, cardiovasculares y Epoc (enfermedad pulmonar obstructiva crónica).
“Durante las contingencias lo primero que se afecta es la salud mental por estrés, ansiedad, o depresión, sobre todo en población vulnerable y frágil. Las afectaciones físicas se generan de acuerdo al evento. En el caso de inundaciones: ahogamientos o enfermedades transmitidas por agua y mosquitos. En incendios: quemaduras y crisis de asfixia en personas alérgicas, con asma o Epoc. Las olas de calor: deshidratación en algunas personas hipertensas y que sufren del corazón”, explicó el especialista.
Reacción en cadena
La combinación de factores ambientales y condiciones de salud preexistentes pueden empeorar significativamente los síntomas y complicar el tratamiento de enfermedades cardiacas, respiratorias o diabetes. La exposición directa a agentes contaminantes atmosféricos resulta muy perjudicial para las personas que tienen alguna comorbilidad.
La presencia de estos contaminantes generan cambios en el clima, con aumento de temperaturas, olas de calor o fuertes precipitaciones. Estas condiciones resultan propicias para la proliferación de alérgenos como el polen y el moho, que finalmente derivan en enfermedades respiratorias. Así mismo, cambios abruptos en los ecosistemas y mala calidad del aire con presencia de material particulado PM2.5.
Por otro lado, las lluvias intensas pueden provocar inundaciones, deslizamientos de tierra y daños a infraestructuras, dejando a muchas personas sin hogar y sin acceso a servicios básicos. Estos eventos extremos no solo causan pérdidas materiales, sino también traumas psicológicos y un deterioro de la salud mental.
El panorama frente al cambio climático, más que apocalíptico, es una realidad que ya estamos experimentando. Los fenómenos extremos, la contaminación y los cambios en los patrones ambientales están teniendo un impacto significativo en nuestra salud y en nuestro bienestar. De ahí la importancia, que ciudadanos, gobiernos y organizaciones trabajen de manera conjunta para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero también, que se adapten a las actuales condiciones para proteger la salud y el planeta.
“Más que redirigir la gobernanza y las políticas ambientales hay que comenzar a redirigir la conciencia de las poblaciones que son finalmente las más afectadas y las que deben adaptarse y mitigar los impactos de la crisis ambiental. También hay que capacitarlas en actividades ambientales de impacto positivo como compostaje, siembra de árboles y la separación correcta de residuos aprovechables”, subrayó Vanegas Pombo.
Pequeños cambios que reducen el riesgo
– Utilizar tecnología que informe de la calidad del aire y evitar exponerse al aire libre largos períodos cuando esa sea la recomendación para personas con asma, Epoc o hipertensión.
– Protegerse del sol con sombrillas, usar bloqueadores solares eficientes y tomar agua suficiente los días más calurosos para evitar deshidratación, sobre todo, las personas hipertensas y que sufren del corazón.
– Evitar exposición al humo proveniente de vehículos e incendios forestales que son los que más partículas contaminantes del aire generan.
– Consumir vegetales preferiblemente libres de agrotóxicos.